ERASÉ UNA VEZ UN ÁNGEL EXTERMINADOR
Museo MACUF, A Coruña, España. 2010
Sinergias: Arte Latinoamericano actual en España.
Museo MEIAC, Badajoz, España. 2010
Galería La Oficina. Medellín, Colombia. 2009
Galería Alonso Garcés. Bogotá, Colombia. 2008
 
   
  El erotismo de lo salvaje por Dario Ruiz Gómez  
 

El erotismo de lo salvaje, ¿Qué es y dónde se esconde ahora el erotismo? La denominada sensualidad pasó como “refinamiento”, como expresión supuesta de un gusto de elegidos, libertinos, decadentes controvirtiendo supuestamente un tabú religioso. Lo erótico como una idea paranoica de trasgresión. Paradójicamente tanto San Juan de la Cruz como Santa Teresa alcanzaron a través de lo místico un clímax de erotismo que esos desafueros no pudieron alcanzar nunca. El gesto sorprendido del Valmont de “Las relaciones peligrosas” ante la trampa que le ha tendido el amor sella la época de un libertinaje que sabía de su fin y terminó por justificar la condena de Sade.

“La pornografía -ha dicho Baudrillard- al añadir una dimensión a la imagen del sexo, le quita una dimensión al deseo y descalifica toda seducción”. La demasiada información sobre el cuerpo, la exhibición publicitaria de los genitales en la industria del sexo ha terminado por hacer que lo estrictamente erótico se haya replegado hacia sombras, regiones que desconocemos, quizás más abajo aún de lo subterráneo, en un espacio cuya libertad impide la acedía y el hastío.

Los saunas gay, los prostíbulos mecanizados certifican la trampa que el establecimiento utiliza para localizar el pecado, para hacer que desaparezca el escenario de la imaginación desbocada. Cuando Courbet pinta la vulva como la fuente de la vida disimula bajo ese casto enunciado lo que verdaderamente descubre: el aroma del coño, la humedad de la vagina, la enervante incitación del clítoris, metáforas que se desatan soberanamente y remiten a asociaciones imprevistas y que ningún dibujante, ningún fotógrafo podrá captar jamás en su dimensión de imagen irreductible a cualquier definición estética, política. ¿Cuándo y cómo se da el cambio que va de la consideración de ser un órgano reproductor a convertirse en vertiginosa imagen portadora de estas cualidades oloras, saboras? La vulva que nos presenta Louise Bourgeois es eso, un órgano que como imagen se agota rápidamente sin que nos haya dado los escondidos enunciados que esperábamos de ella. Natalia Granada busca en cambio lo que la metáfora fatal enuncia, de ahí la rigurosa puesta en escena, no realidad-real en términos luckasianos sino ilusión de que la ceremonia perdida vuelva a iniciarse sin cortapisas de por medio.

El ángel exterminador -Abaddón- como recuerda San Juán el evangelista es el ángel del mundo de abajo o sea de aquello que la prohibición ha hecho replegar hacia las oscuridades del subconsciente que han escapado a la psiquiatría, hacia las áreas de la no prohibición, una libertad que nos desconoce y que entrar en ella supone la muerte. La escultura de Ángel Llimona de 1895, dentro de la estética del más genuino modernismo representa a Abadón bajo un halo de equívoca belleza, la del ángel que condena a Satán o sea a su reverso en aquellos espacios sin nombre de una libertad que no seríamos capaces de resistir como catarsis. Lo salvaje y su rostro inicial, las angulosas cabezas que Otto Mueller, que Kirschnner buscaron como vía purificadora al sinsentido de la sociedad burguesa, aquel material en bruto que Baselitz reincorpora, precisamente, como lo salvaje frente al asalto de lo bárbaro. ¿A quién mutila el ángel salvaje? Quien recibe la ritualidad del sacrificio puede ser un andrógino ya que lo propio de haberse situado en el espacio subterráneo anterior a cualquier legislación “civilizadora” carece de una definición tipológica como la concedida por la normatividad: hombre-mujer. La cabeza parece mirar la vulva amenazante o parece estar ensimismada en el orden religioso del ritual.

Pero el regreso a la condición de lo salvaje o sea a la renuncia a la Historia hegeliana constituyó un sueño ya que inmediatamente la Historia iba a aplastar este deseo de renuncia y purificación. Natalia parte del hecho de que su condición es ésta y la violencia simbólica que emerge de su propuesta no es-como lo ha señalado algún miope-un “testimonio sobre la violencia política sobre la mujer colombiana”. Simplezas que demuestran la incapacidad de acercarse a una estética que no obedece a una tradición codificada sino que brota de lo salvaje, de la práctica metafórica del canibalismo tal como magníficamente lo ha analizado en la cultura aborigen y popular brasileña, Eduardo Subirats o tal como lo analizó Lévy Strauss en su análisis sobre las formas actuales de lo totémico.

Estamos situados en lo que Octave Mannoni llamó “la otra escena” pues se ha dejado atrás lo que es obvio y nada más obvio que una desgastada definición. La ambigüedad es la cualidad de lo primigenio. La vulva-matrix generadora infinita de ambigüedades que permiten huir de toda clasificación. Vagina, labios menores, pétalos sutiles, el pubis y su geografía tan extensa y variada como la corola de una flor. El trabajo de Natalia no va de un tema a otro sino que es un incesante work in progress a través de un camino que avanza hacia los lados, que choca con un muro y se detiene para buscar otra salida. Lo instintivo – no lo intuitivo - corresponde a esta ferocidad que no titubea en su búsqueda de lo anterior, no en un símbolo sino en el centro mismo de lo simbólico: las alas del ángel señalan lo etéreo pero el gesto despiadado supone en su animalidad la justificación del crimen ritual, el canibalismo que supone la anulación de los contrarios mediante el clímax de la sangre y la mutilación de los miembros. El macho colombiano después de consumado el acto sexual proclama orgulloso: yo me comí a esa mujer.

Esta desafiante concatenación de imágenes feroces, este lívido escenario del ritual parecen el horror a simple vista ya que lo miramos a través de los ojos del civilizado, de nuestras pobres convenciones morales. La vulva que muestran doloridas y melancólicas las mujeres de Egon Schiele están bajo el peso abrumador de la norma, de la ley que condena, aquí, repito estamos en el tiempo anterior a la Historia donde la muerte pertenece a la vida sin trauma alguno, donde la exaltación del frenesí sexual obedece a los argumentos no de la lógica codificada sino de una animalidad total .Queda la duda sobre las razones para que Abaddón blanda la espada pues hay una radical diferencia entre el coito exhibicionista y obvio de Jeff Koons y la Cicciolina y las imágenes de este rito que Natalia ha instalado en medio de nuestra comodidad para desasosegarnos, para recordarnos que aun somos ésto que habíamos creído superado.