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Agoniza como agonizan las quimeras
Las alas abatidas, la mirada opaca,
el aliento rancio (...)
El mundo le ha reservado un crepúsculo
Detrás del cual no quedan más que sus despojos. |
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Carlos Jiménez |
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Cuando escribí el poema que dediqué al ángel, lo di por muerto, por condenado inapelablemente por un mundo tan absolutamente pragmático que no había lugar en él ni siquiera para los ángeles cantados por Rainer María Rilke o por Rafael Alberti, poetas de la vanguardia. Me equivocaba. El mundo es pragmático pero es aún más violento. Y su violencia se alimenta de odio y se trueca continuamente en deseos de venganza. ¿Cómo no va a haber entonces un lugar en este mundo atroz para el ángel? No cualquier ángel. No los ángeles amorosos, mensajeros o guardianes que hacen del enigmático ciclo de los ángeles del Sopó interrogado en una novela admirable por Philip Potdevin, sino el más reivindicativo entre ellos: el ángel exterminador. El ángel que en el Libro de las Revelaciones encadenó a Satán en su abismo sin fondo y que fue él mismo que, atendiendo los ruegos de Moisés, desencadenó las lluvias catastróficas que castigaron sin piedad la negativa de los egipcios a liberar al pueblo elegido. ¿Y quién mejor que Natalia Granada para invocar a este ángel colérico, que es tanto de la justicia como de la venganza? La historia entera de su arte, siempre tan erótico como violento, justifica plenamente que haya ido precisamente ella quien se haya hecho cargo de esta tarea iconográfica. Pero todavía más, la etapa más reciente de la misma, cuyo inicio puede situarse en Cave canes, una exposición del 2000 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde quedó claro tanto su decisión de hacer esculturas e instalaciones como la de extremar en estos nuevos medios su apuesta por la representación de la violencia. Y específicamente, esa violencia que en la vida de las parejas resulta del entrelazamiento de la pulsión erótica con la pulsión tanática, de los impulsos constructivos de vida con los impulsos destructores de muerte. La serie que ahora dedica al ángel exterminador se mantiene fiel a las líneas maestras de esta etapa e insiste en situar la violencia en el ámbito de las relaciones de pareja y de las pasiones, los excesos y las traiciones que las asedian. Pero, ¿qué duda cabe de que en estas poderosas imágenes suyas aparece el mismo ángel exterminador que ahora toma cuerpo en nuestras interminables pesadillas? |